Imaginemos un espejo que atrasase, que no fuera capaz de reflejarnos en tiempo real, como si su streaming se cortara cada tantos segundos. Giro la cara hacia un lado, pero aún veo mi cara de frente, la imagen se actualiza y gira un toque después. Demandando menos esfuerzo, imaginemos ahora un espejo enorme: digamos de 10 metros de alto por unos 15 de ancho. Pensemos que además está a unos 5 metros de altura, inclinado hacia abajo, y que existe una serie de objetos (lo que sea, sillones, barandas, escalones) que no nos permiten acercarnos a menos de 10 metros de él.
De la misma manera que tenemos tenedores, cucharas y cuchillos que son la contraforma de nuestros alimentos, tenemos tantas culturas como realidades estructurales a las que hacer frente: la cultura es el espacio negativo de la realidad.
Me encanta en relación a este tema la siguiente imagen: un hombre se acerca a un cadáver y le saca una máscara del rostro.
Es la cara del muerto lo más significativo para el vivo, y es la máscara la contraforma de esa cara; un modelo, un juguete, una explicación perdurable de la misma.
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