
Realmente hay algo repelente en quienes se llaman a sí mismos intelectuales, creativos o artistas.No pasa nada cuando a alguien otra persona lo define de esa forma; el problema es la utilización de estas definiciones para aplicarlas a uno mismo.
El artista es antes alguien que presiente que alguien que sabe. Palpa lo que le rodea (pero que aún no ve), encuentra y saca una cosa a la luz. Sospecha que por allí hay algo, pero al verlo es el primer sorprendido, quien primero se expone. Su razón de ser es arrancarle objetos a la invisibilidad; arrebatarle cosas al estómago de la oscuridad…
La persona que escribe lo hace porque tiene algo que decir, no porque tiene una libreta. Por supuesto que el papel es importante, pero no es el motivo por el cual ese tipo escribe: primero quiere decir algo, luego lo dice.
El arte no sólo señala y orienta sobre un mapa dónde estamos; es también el diseño de dicho mapa.
Es decir que el arte demanda, como todo mapa, un relevo y una posterior reconstrucción del mundo.
Cuando uno establece contacto -vía una obra del tipo que sea- con el modelo de mundo que el artista presenta, logra entrar en ese mundo, en esa interpretación del mismo.
El diseño es una modificación proyectada de la realidad, para que esta funcione de cierta manera.
Entonces, viene alguien con cara de insatisfacción frente a esta definición, y pregunta: “¿El David de Miguel Ángel es diseño?, porque es la modificación proyectada de una roca, y ésta comienza a funcionar de cierta manera”.
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