la identidad en el flujo

Cada cambio que se produce, produce una cadena de cambios.

Cuando cambia la forma de hablarle al otro, cambia la forma de estar presente, cuando cambia la forma de estar presente, cambia la presencia, y si cambia la presencia, cambia la identidad.

No hace falta recurrir a la audacia para afirmar que los diferentes medios sociales han cambiado la forma de hablarle al otro, o dicho con más precisión, presentan dinámicas alternativas de diálogo (tomando el concepto más abarcativo y vasto de diálogo, aquél que nos permite, por ejemplo, ver en ciertas fotos de perfil no sólo una forma de presentarse, sino también una forma de conversación).

A partir de este cambio se ha modificado la manera de estar presentes ante los demás, puesto que la forma social de presencia -me refiero a las formas de presencia dentro de los social media, que también son muy diferentes entre sí, dependiendo del medio- presenta diferencias fundamentales con las presencias masivas y las formas no-mediatizadas.

No es lo mismo “estar” en Facebook que “estar” en televisión o estar en una reunión con otros.

Nueva forma de presencia termina significando nueva identidad. Y este es el punto sobre el que realmente quiero detenerme: ¿cómo se manifiesta la identidad en el flujo social?

Una de las primeras maneras en las que pensé la diferencia entre medios masivos y medios sociales fue en términos de aquello que vehiculaba cada uno: se me hacía evidente que mientras que los medios masivos transportaban contenido, los medios sociales hacían circular diálogo. De esta forma veía a los medios masivos -por ejemplo la radio- ricos en contenido y pobres en diálogo, sobretodo comparados con los medios sociales, plenos de diálogo y anémicos de contenido.

Poco después comencé a ver a ese diálogo de otra manera: tomó forma para mí lo que llamo “contenido identitario”, es decir, contenido que presenta y define egocéntricamente al usuario que lo distribuye.

Un poco más tarde aún -y sin que esto signifique que lo anterior sea inválido- comienzo a considerar que más que contenido identitario, los medios sociales vehiculan pura identidad líquida, transformada en contenido.

La clave para comprender cómo ha cambiado la identidad es pensar que ya no se construye acumulativamente DESDE un lugar, sino dinámicamente EN el flujo que la transporta.

Nuestra identidad social ambiental -digo social ambiental apuntando a la que se desarrolla en los ambient media- es mucho más “gerundia” que “infinitiva”; antes que “ser”, “estoy siendo”…

La identidad online había virtualizado a aquella basada en presencia física; la identidad social de redes remodeló -permitió producir una versión mejorada, ideal- y extendió (posibilitó la profusión de contactos al hacer menos demandante de esfuerzos el “conocer” gente nueva) a la online, y la identidad social ambiental, la identidad en el flujo, nos permite ser en la medida y en la forma en que dialoguemos.

Hace años se decía: “si no está en Google, no existe”; ahora bien podríamos decir: “si no dialogas, no eres”.

Entonces, ¿Cómo es la identidad en el flujo?

Es una identidad que no atrae al otro hacia algún sitio para poder presentarse, puesto que no está atornillada a ningún lugar y posee una presencia pensada más como streaming que como sitio u objeto; la identidad fluida no te llama, va donde vos estés.

 

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