Ridícula anticipación

Una de las tantas cosas que esta pandemia está mostrando -sirviéndose de la exageración-, es lo ridículo de la pretensión de anticipar el futuro.
Por supuesto no es algo que hayamos inaugurado en el 2020, pero lo que la realidad está estresando ahora (básicamente por la falta de referencias, de antecedentes cercanos), es que toda anticipación del tiempo es esencial y únicamente un ejercicio de imaginación.
Hay actividades que siempre han estado obsesionadas con adelantarse a lo que vendrá, con conocerlo antes de que se presente en el presente; el marketing y muchas disciplinas vinculadas a este es una de ellas.
Lo que siento que ocurre ahora, en este período de crisis (o mejor dicho de situación vista como crisis), es que la ansiedad por saber cómo será el futuro se ha transversalizado a toda la sociedad.
Todos queremos saber cómo serán las cosas mañana, aún antes de entender en profundidad cómo lo son hoy.

Si se diera en el presente la parábola de los 3 ciegos y el elefante, se publicarían rápidamente 3 artículos de tendencias describiendo columnas, serpientes o abanicos, porque nadie parece proclive a tomarse el tiempo necesario para entender lo que tiene ahora delante de sí.
El futuro estará pero no está; si no está no se puede ver y si no se ve no se puede describir en base a hechos.
Con relación a él solo podemos imaginarlo a partir de una selección siempre arbitraria de elementos presentes, cuando no intuirlo según lo que deseamos o lo que es afín a nuestra comprensión.
No es contraproducente la curiosidad sobre el futuro, el tiempo es material de diseño y quienes desean cambiar la realidad, siempre han contado con una idea de futuro, explícita o tácita.
Lo estéril es la descripción y aseveración de cómo serán las cosas, ignorando de base la mareante y fabulosa cantidad de elementos, dinámicas, procesos e interrelaciones que concurren para definir cada pedacito de realidad.
Lo absurdo de esta práctica queda expuesto apenas poco tiempo después de hecha la predicción, precisamente ya en el futuro que pretendía describir, y que de no ser microscópicamente particular o inmensamente general, se parecerá poco y nada a lo que al final termine pasando.

Somos tan ciegos ante el futuro como siempre lo fuimos, pero ahora estamos obsesionados con asaltarlo, con someterlo a un allanamiento para inmediatamente contárselo a otros.

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