Eso que usted sabe, ¿lo hizo o lo tomó prestado?
Simplificando animalescamente -y la verdad es que no sé si los animales simplifican-, hay dos formas de saber cosas: recibiendo ese conocimiento de alguien que ya lo tenga, o generándolo uno mismo.
Al final terminamos sabiendo algo por alguno de estos caminos, pero veremos que ni de lejos son parecidos.
Lo sé porque me lo contó alguien que sabe un montón.
Cuando se adquiere un conocimiento “llave en mano”, la relación entre el saber sobre una cosa y la propia cosa, es meramente simbólica: es sólo una referencia más en uno de los mapas que tenemos en la cabeza.
Por ejemplo para alguien que no padece HIV, conocer aunque científica y extremadamente en detalle el cóctel de drogas que transforma a esta enfermedad en algo crónico, es sólo una abstracción más.
Lo sé porque lo pensé yo (y no necesito citar a Aristóteles para que tenga validez).
En el lugar opuesto al de la adquisición de conocimientos de manos de otro, se encuentra la actitud de la generación del saber.
Aquí la relación entre lo que sé sobre una cosa y la cosa misma, es íntima, inescindible, intensa. El conocimiento enraíza en la experiencia personal, en una necesidad concreta y en una integración de ese saber en un modelo mental muy conocido por mí, muy practicado.
Por ejemplo para alguien que sí padece HIV, el conocimiento que genere sobre las drogas que toma, como la enfermedad en él es un objeto tridimensional e íntimo, será una cosa casi táctil, no un dibujo ni unas frases.
El saber es poder (o mejor: el saber son varios poderes).
Pensar que el conocimiento se adquiere, es decir que comienzo no teniéndolo, que hay quien sí lo posee y que ese alguien debe transmitírmelo, es apostar por la metáfora del vaso vacío (el ignorante) y la botella llena (el profesor).
Asumir esto nos coloca en una relación de dependencia insalvable desde el vamos.
Generar conocimiento representa una ventaja competitiva muy grande: seremos los que sepan en un mundo superpoblado de personas que siguen creyendo que la realidad ya está hecha. Y que para entenderla, necesitan que alguien se las explique.
Esta deprimente versión del mundo, es posible gracias a los más deprimentes sistemas educativos, hijos y padres a la vez de los también deprimentes sistemas culturales. La escuela, la universidad, el entretenimiento, la publicidad están basados en la idea de “quedate ahí sentadito que yo te voy a contar cómo son las cosas”.
Además del poder que otorga saber lo que otro desconoce, tenemos el poder que atribuye la ideación (digamos creatividad, que suena más), y que podríamos describir como el poder de generar desequilibrios, el poder de aparecer con un conocimiento inesperado, el poder, en definitiva, de inventar la realidad. La misma que los demás querrán luego conocer…
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