Creerse el sistema

creerse el sistema, por ernesto alegre

Un sistema es un grupo de elementos relacionados por un funcionamiento.

Es siempre un conjunto de varios componentes (que son antes signos que cosas), y que como todo colectivo percibido, llega a poseer una entidad.

Al funcionamiento, lo podríamos definir como una conversación entre partes cuyo ritmo se desarrolla en el tiempo.

Otra forma de entender al sistema, es pensarlo como el storytelling de un grupo de piezas.

Y debido a todo esto -a los varios elementos más o menos identificables, a la percepción de la unidad del conjunto, a la narración que nos entretiene-, el peligro inherente a todo sistema es el hecho de llegar a confundirlo con la realidad.

Un sistema es básicamente una estrategia de supervivencia, es un dispositivo colocado sobre la base de la realidad, pero nunca la reemplaza.

Es bastante más complejo percibir esto cuando estamos dentro de un sistema como uno de sus elementos, y mucho más complejo aún cuando hemos nacido dentro de uno o de varios, pero es muy importante entenderlo siempre como una construcción simbólica.

No deberíamos tomar al sistema como realidad basal, de la misma forma que no consideramos a un cuadro como un lienzo en blanco, o a una canción como el silencio que necesitamos para comenzar a componer una.

Existen varias maneras de desvirtuar a un sistema.

Una es la que describíamos anteriormente: confundirlo con la propia realidad. A eso precisamente iba el señalamiento de que los componentes de los sistemas son signos y no cosas, y dando un paso más, bien podríamos decir que los propios sistemas son signos de signos, gracias a lo cual, veríamos más claro el error de creerlos parte del universo de las cosas.

Otra forma de dañar a un sistema es sentir devoción por él, ya que lo desplaza de su calidad de estrategia para colocarlo en el nivel de los objetivos.

Si confundiéramos medio con fin, estaríamos muy confundidos.

Conservar excesivamente algo, hace que matemos su dinámica.

Ambas situaciones, tanto la de asimilar el sistema con la realidad (haciéndolo imperceptible), como la de venerarlo (que por el contrario lo agiganta volviéndolo ubicuo), nos impiden modificarlo, madurarlo, perfeccionarlo o sencillamente cambiarlo por otro mejor.

No existe el sistema perfecto.

Como mucho podrá parecerse más a una piel que a un vestido (refiriéndonos a que “se ajuste mejor”), pero tarde o temprano, como cualquiera de los dos, se arrugará. Los sistemas tienden a desfasarse, con el correr del tiempo, de la necesidad dinámica que provocó su construcción.

Por eso es preciso tener la libertad de observarlos con claridad, para poder operar lo que sea necesario sobre ellos. Por eso es preciso contar con personas críticas de los sistemas.

No en vano ni por casualidad quienes cambian los sistemas son sus críticos, y no sus fervientes defensores ni quienes los respiran como si fuera el aire de siempre.

Post a comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *