-doctor, me duele la cabeza. -sí, ya lo sabía…

Madrid, 3 de Marzo de 2020.

 

Tanto han querido abarcar las autoridades sanitarias finesas en su planificación de la salud, que ahora hasta las teorías conspirativas forman parte de ella. O no tan teorías, según muchos…

Hace casi un año el gobierno de Finlandia anunciaba por todo lo alto, el lanzamiento de su programa Terverkko, el primer plan de salud estatal que cruzaba información clínica individual, proveída en tiempo real por un dispositivo, con datos extraídos de los grafos sociales de los pacientes.

La idea era completamente novedosa -y aún sigue siendo algo conceptualmente muy defendido por sus creadores originales-, ya que visualizaba la salud individual dentro de un contexto social más amplio, pero sin perder jamás el aspecto identitario del paciente.

El flamante ex-ministro de salud finés Aimo Fält (cuya renuncia ha sido aceptada hace apenas cinco días), explicaba el año pasado:

“Hemos dado un paso más hacia la comprensión holística del paciente. Antiguamente el especialista tendía a ver una afección en el hígado, por ejemplo, de forma más o menos aislada del resto del organismo.

De esta manera podíamos caer en contrasentidos tales como administrar una medicación hepática que podía perjudicar al estómago.

Más tarde las concepciones unicistas aportaron una nueva forma de abordar la salud; el paciente era sólo uno, sin partes desvinculadas: era un todo completamente orgánico.

Lo que estamos haciendo con la implantación de Terverkko es sumar un plano más en la concepción de la idea de salud en la persona: su entorno social próximo específico.

Lo que el programa hace es valerse de toda la información disponible del grafo social de un enfermo -suministrada por sus redes sociales-, para poder crear un diagnóstico en cinco dimensiones, donde las tres primeras era la visión unicista, la cuarta esa misma visión en el tiempo, y la quinta, la capa social.

Podemos, dentro de este marco conceptual y ayudados por unas tobilleras con nano-agujas que monitorizan permanente a la persona, anticipar un enorme número de afecciones.

Estas tobilleras, muy ligeras y cuyas nano-agujas resultan imperceptibles, transmiten un streaming en tiempo real de la salud de cada individuo; podemos saber de antemano cuándo un paciente tendrá un problema cardíaco o una crisis nerviosa, y al cruzar esta información con el flujo proveniente también en tiempo real de su grafo social, generar un muy exacto diagnóstico.

Ya no tendrás que llamar al médico ni pedir cita; lo más factible es que sea él quien te llame a ti antes de que te pase algo…”

Terverkko (vocablo producto de la compresión de “terveys” -salud- y “verkko” -red-) fue implementado en aquel entonces no sin una serie de polémicas, entre las que se contaban las referidas a la privacidad -varios defensores de los derechos civiles, exigían que fueran explícitas las políticas de privacidad del streaming de datos sanitarios, y que estos fueran confidenciales- y la que cuestionaba sobre la obligatoriedad del uso por parte de todo finlandés, de las tobilleras con nano-agujas; quienes no las usaran deberían pagar cerca del doble por los servicios de salud (el argumento era que al no poder el estado anticipar y prevenir una enfermedad, el coste de su tratamiento sería superior).

 

Dos hechos para nada menores y aparentemente relacionados -a no ser que pensemos que lo que se ha dado en llamar “Vapaa Nilkka” (algo así como “el movimiento de los tobillos libres”) sea una rebuscada teoría conspirativa-, vinieron a ventilar el que posiblemente sea el mayor escándalo de la historia moderna de Finlandia.

El primero de ellos fue un dato publicado por la ONG “Health Watch”, el cual mostraba el sugestivo incremento en la prescripción de tranquilizantes y ansiolíticos semanas antes de anuncios impopulares por parte del gobierno.

Esta ONG presentaba tres picos muy notorios en la prescripción masiva -aunque también con mayor concentración selectiva en ciertos colectivos de mayor conflicto- de este tipo de medicación, justo antes de los anuncios de subas de impuestos, del incremento en la edad mínima necesaria para la jubilación y del aumento de las tasas de interés.

El segundo hecho, de ser demostrado, es si se quiere más siniestro ya que quedaría al descubierto la utilización fuera de toda ética -y fuera del ámbito mismo de la salud-, de la información proveniente del grafo social del paciente.

Se trata del alumno Anssi Malmberg, presidente del centro de estudiantes de la Universidad de Oulu, quien fuera llamado por su médico con el objeto de transmitirle un próximo diagnóstico de estrés.

Malmberg comenzó a ser medicado con ansiolíticos, y producto del tratamiento, no pudo participar de unas manifestaciones en contra de los nuevos aranceles a la educación universitaria.

Esto mismo le ocurrió a doce compañeros no íntimamente relacionados con él, pero sí nexos de otros muchos estudiantes nucleados en torno de ellos.

Observando el diseño del grafo social de Malmberg, se descubre que inhibiendo a esos doce vínculos, se quita cohesión a no menos de setecientas personas entre sí.

De demostrarse la intencionalidad de tratar por supuestos picos de estrés a estos trece estudiantes, lo que se pone de manifiesto es que los servicios de inteligencia tienen acceso ilegítimo a la información sanitaria, que debería ser privada y estrictamente confidencial.

 

Por lo pronto, en la calles de Helsinki son miles los que arrojan las tobilleras a fogatas improvisadas en algunas esquinas, y quienes marchan exigiendo la destrucción de la información de sus grafos sociales…

 

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