La memoria-burbuja
El pasado siempre ha sido rediseñado desde el presente: aún sin intencionalidad, los anclajes psicológicos actuales y la fuerza modeladora del contexto presente -sumados a nuestra memoria biológicamente limitada-, cambian y reversionan al pasado.
Básicamente recordamos fragmentos de lo que pasó, y desde el presente, desde el momento en que recordamos, rellenamos los huecos para completar el sentido. Ese relleno tiene más que ver con nuestro presente que con el pasado que rememoramos; por eso el pasado es modificado en nuestra mente.
Pero una cosa es la diversidad de estos factores que componen la percepción actual (como sucedía hasta hace poco), y otra es la construcción de un presente crecientemente endogámico, que es lo que experimentamos hoy.
Si a esto le añadimos el filtro de la socialización del recuerdo, de recordar al menos públicamente lo que es funcional con nuestra presente identidad socialmente proyectable, comprendemos el efecto reductivo y distorsionador de la memoria-burbuja.
Si desglosamos los diferentes elementos de lo recordado en medios sociales, tenemos:
a. La endogamia de contenidos o efecto burbuja.
Esto es producto de una dinámica propia de los medios digitales, que pretende satisfacer los intereses del usuario a partir de patrones de consumo previos de ese mismo usuario o de usuarios de su misma categoría (eso de “otros usuarios también se interesaron por…”): Facebook nos mostrará más contenidos de acuerdo a nuestras gestualizaciones previas –likes, shares, etc.-, o nos expondrá más a usuarios con los que solemos interactuar, de la misma forma que Twitter nos recomendará a quién seguir a partir de a quiénes ya seguimos, y Amazon nos sugerirá lecturas y productos de acuerdo a nuestros consumos pasados. Claramente la lectura de patrones comportacionales está en pañales, pero por algún lugar tenían que comenzar.
En el caso específico del recuerdo, por ejemplo Facebook (antes ya lo había desarrollado Timehop, una app mobile) nos presenta una publicación realizada por nosotros en esa misma fecha pero de uno o varios años anteriores.
Esa presentación sólo la ve en privado el usuario en cuestión, quien debe elegir si vuelve a compartirla con su red o no.
Aquí el factor reductivo funciona a partir de la autoría de la publicación original: sólo podemos volver a compartir algo pasado en la medida en la que el autor de eso hubiéramos sido nosotros; no podemos compartir, por ejemplo, algo que recordemos haber gestualizado pero publicado originalmente por otro.
b. La segunda acomodación a nuestra identidad presente.
Con esto me refiero a que esa publicación de hace dos años que me recuerda Facebook que publiqué, yo escogeré volver a distribuirla -es decir, recordársela a mi red- en la medida en que encaje con la proyección de mi presente identidad o de mi identidad actualizada: si es consonante con ella lo haré, si no lo es, no.
Este segundo filtro, reduce aún más la posibilidad de compartición de recuerdos, los cuales no se elevan nunca a la categoría de recuerdos sociales, sino que sufren siempre en su distribución un cuello de botella personal.
De esta manera la memoria-burbuja exacerba el modelo actual del tiempo percibido: un tiempo con un presente extendido, donde el pasado se comprime y contentiza*, el futuro se vive anticipando y metiéndose en el presente, y todo parece suceder ahora.
La memoria-burbuja empobrece el recuerdo reduciéndolo y lo distorsiona al no darle propiedad de grupo (mucho menos social), de manera que lo vivido, pensado o visto por una persona no llega a disponer de varios canales de compartición, sino sólo uno: el egocéntrico.
Una de las principales características del recuerdo grupal, es la contención de la distorsión unilateral (todos aportamos algo y corregimos lo que nos parece erróneo), y creo que no veremos una mejora en la gestión de la memoria colectiva en los actuales medios sociales, hasta que no cambie su modelo de negocio, pasando de estar basado en el usuario a estar basado en grandes grupos.
* Contentizar, palabra que vendría a significar “transformar en contenido”, en este caso señala un factor más de adulteración o distorsión del pasado, al presentar un recuerdo como una pieza de storytelling insertable en la demanda presente.
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