La trampa de las pequeñas libertades

la trampa de las pequeñas libertades, por ernesto alegre

En el número 195 de la revista Radical Philosophy correspondiente a Enero/Febrero de 2016, Mathieu Bonzom*, ofrece una visión inquietante del estado de la cultura y la sociedad francesas en la actualidad.
Al leerlo, preocupa aún más comprobar que esta descripción de la realidad no es exclusiva de Francia en la actualidad, sino que sucede en muchos otros países europeos y del resto del mundo, desde bastante antes de los atentados de 2015 en París.
Lo que apunta Bonzom en su artículo Politicizing powerlessness (algo así como La politización de la impotencia), son las diversas manifestaciones de la respuesta social ante la inacción política.
El primer sentimiento ante un sistema político paralizado, es el de impotencia: si quienes nos representan y detentan nuestro poder delegado, no actúan ante nuestras necesidades sociales, lo primero es sentir la incapacidad de hacer, de satisfacer esas necesidades.
Esta impotencia resulta muchas veces en el apoyo o hasta demanda popular de medidas autoritarias, incluso beligerantes.
En este contexto, el ciudadano cae fácilmente en la trampa de ceder parte de sus libertades, porque “la excepcionalidad de la situación” así lo amerita.
Comienza a percibirse la existencia de “grandes” y de “pequeñas” libertades, donde las grandes son las cosas que podemos hacer y nos gratifican (libertad es un concepto positivo, de ahí que su experiencia se ligue al disfrute), mientras que las pequeñas, son esas cosas que de no estar, tampoco cambian tanto la vida.
De esta manera, vemos cómo en Francia multitud de ciudadanos están dispuestos a ceder privacidad, autonomía y hasta algunos derechos civiles -“pequeñas” libertades-, para retener el derecho de salir sin restricción a divertirse por la ciudad, ir a bailar a cualquier hora o vestirse de cualquier manera (lo que vendrían a ser las “grandes” libertades).

Esto está sucediendo hoy en Francia, pero también en el Reino Unido, en otros países europeos y en Estados Unidos; las personas permiten, por ejemplo, que su privacidad sea violada por el Estado, que éste pueda recuperar y analizar sin pedir siquiera toda nuestra vida y movimientos, sean digitales o no.
Lo que estamos haciendo es ceder libertad a cambio de seguridad.
Y la trampa consiste en creer dos falacias: que sin Libertad seguimos siendo personas, y que lo que recibimos es seguridad, cuando lo que se nos aplica es control.

*Mathieu Bonzom es master en ciencias sociales, conferencista y especialista en civilización americana por la Universidad de Orléans.

 

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