El silencio fósil
Iba a escribir sobre la necesidad de modular, de aflojar alternadamente entre tensión y tensión.
Sin silencio se degrada el poder comunicacional de lo hablado, sin los vacíos del papel no hay letra ni dibujo, sin el espacio entre palabras no hay palabras, sin fondo no hay figura, sin el espacio libre de objetos no hay movimiento posible, simplemente porque estaríamos incluidos como un insecto en ámbar. Tenemos que exhalar para poder volver a inhalar.
Necesitamos modular porque sin esa dinámica sencillamente enloquecemos.
Los medios se han portado muy mal en esta pandemia. Y todo apunta a que lo seguirán haciendo.
Han hablado, gritado, alarmado, han dicho y han informado mucho más allá de la información: han super saturado, y nada indica que dejen de hacerlo. Pujan y se desgarran por nuestra atención sin la menor reflexión sobre el residuo: ¿sirve saber eso?, ¿esta información informa?
Muchas veces, en muchas circunstancias de comunicación, lo que más aporta es callarse la boca.
Dichas ya mil cosas, es preciso parar para pensarlas; el pensamiento tiene la forma del movimiento, y sabemos que sin espacio vacío no nos podemos mover.
Es increíble que nos hayamos pasado todo un año hablando de casi una sola cosa. Todo el día. Y desalienta entender que todavía falta un montón…
Un porcentaje importante de toda la gente que no piensa vacunarse, lo piensa porque se puso a pensar exclusivamente en las vacunas y porque posiblemente esté hasta las pelotas de todo el asunto. Es una forma de resistencia, un intento por crear ese silencio que desapareció, ese silencio que ya es un fósil.
Saturar al otro no trae nada bueno.
Ahogado en cantidades y tipos de información que no sirven para integrar en un modelo que me permita aprender algo, iba a escribir todo esto, y casi sin darme cuenta parece que ya lo hice.
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