El conocimiento creativo
Hace un tiempo pensaba que la inteligencia fluida cobraba cada vez más importancia sobre la inteligencia cristalizada.
Recordemos que la fluida es la forma de inteligencia más demandada cuando la situación ante la que nos encontramos (la resolución de un problema, por ejemplo), es una situación sin precedentes en nuestra experiencia. Tenemos que resolver algo que no hemos visto nunca antes, algo de lo que no conocemos antecedentes.
De forma complementaria antes que contraria, la inteligencia cristalizada es aquella que se basa en la experiencia de vida: la que compendia todo lo experimentado, lo recordado, lo visto, lo aprendido anteriormente al momento en que debemos ponerla en función.
Mi predilección por la primera, la inteligencia fluida, es obvia por mi consideración de la ideación, por mi atracción hacia las formas creativas del pensamiento.
Y si bien continúo apreciándola más, lo que ya no me sucede es que crea que es cada vez más gravitante en nuestra realidad: lo que posiblemente esté sucediendo, es que por más que la inteligencia fluida sea esencial para lidiar con nuestro mundo orientado al cambio, ambas se estén reposicionando tácticamente, cambiando y cambiándose mutuamente.
Generación antes que adquisición.
Sigo pensando que alguien capaz de generar un conocimiento en el lugar y el momento en que lo necesita, está mejor dotado que alguien que tiene ir a una estantería llena de saberes y localizar el que más se adapte a esa necesidad concreta.
La primera opción es el sastre que hace ropa a medida, el arquitecto que diseña tu casa, o el viajero que pone rumbo a una nueva ciudad para conocerla a medida que va queriendo. La segunda, es la tienda de ropa ya confeccionada con las opciones de small, medium y large, la casa prefabricada, o el paquete turístico de 4 noches y 5 días.
Hay 3 contextos que refuerzan este pensamiento de la gran gravitación de la inteligencia fluida:
1. La aceleración del ciclo de innovación.
Si observamos la localización en la historia de las grandes disrupciones técnicas, tecnológicas y científicas, veremos una muy evidente aceleración a medida que nos acercamos al presente.
Entre la Revolución Neolítica (aquella que nos transformó de nómades a sedentarios, de recolectores a agricultores), y la aparición de la alfarería (la capacidad, por ejemplo, de guardar en envases aquello que acumulábamos), pasaron 4,000 años.
Entre la invención de la escritura (2.000 años después de la alfarería) y la imprenta, pasaron otros 4.000 años, pero ya entre la imprenta de Gutenberg y el primer telescopio, sólo transcurrieron 140, y apenas separan entre sí al primer avión y al primer alunizaje, poco más de 60 años.
Excede en mucho al objetivo de este artículo listar las innovaciones de los últimos 50 años (también lo superaría la de los últimos 10), pero en las pasadas 5 décadas tuvieron lugar cosas tan complejas como la invención del microprocesador, la disponibilidad de computadoras personales, la puesta en funcionamiento del telescopio Hubble, la secuenciación del genoma humano, la creación de Internet y el desarrollo de la neurociencia (con los universos de innovación que cada una de estas cosas inauguró).
Si cada vez pasa menos tiempo para que aquello que tenemos alrededor cambie, si eso con lo que tenemos que interactuar hoy no existía ayer, es evidente que una “inteligencia del ahora” es de gran utilidad.
2. El futuro del trabajo.
El World Economic Forum que tiene lugar en Davos, hace ya unos años que habla de la cuarta revolución industrial.
No es que sean los únicos que señalan la relevancia de la digitalización creciente que está teniendo lugar en la cultura, pero sí que han acuñado la denominación (recordemos que la primera revolución industrial fue la de la mecanización de la producción y la de la máquina de vapor, la segunda la de la producción en serie y su electrificación y la tercera la que incorpora la tecnología de la información y los procesos automatizados).
Dentro de este marco de la cuarta revolución industrial, en un documento que hace foco en el futuro del mercado laboral, señala el crecimiento exponencial de nuevas ocupaciones, la necesidad de nuevas destrezas sin precedentes, nuevas formas de organización y coordinación del trabajo y nuevas herramientas para realizarlo.
Hablando de un mercado emergente (el MENA –Middle East and North Africa-), arriesga que el 21% de los conocimientos que se requerirán en el futuro cercano -2020-, serán nuevos y diferentes a los actuales (en algunos países como Turquía esto escala al 41%).
Como tercer motivo o motor de cambio en el futuro laboral cercano, señala “el cambio de la naturaleza del trabajo” (las dos primeras son las tecnologías relacionadas con nuevas formas de energía y las tecnologías de la comunicación, internet, mobile y cloud).
Independientemente del foco regional de este estudio en concreto, hay algo muy contundente que se experimenta en casi todo el mundo: trabajamos en algo diferente de aquello en lo que nos hemos formado.
En muchísimos casos (esta es mi experiencia personal sin ir más lejos), los trabajos que hacemos, las carreras que desarrollamos en el presente, ni siquiera existían cuando fuimos a la universidad.
Si el conocimiento que necesitamos involucrar en nuestros trabajos no se halla detrás, en el pasado, sino al lado, sincrónicamente al momento de realizar dicho trabajo, cuando no directamente en el futuro cercano o no tanto, es lógico valorar mucho la inteligencia diseñada para lidiar con lo nuevo basándose en eso mismo y no en lo viejo.
3. Lo que hay detrás de las destrezas “STEM“.
Se le llama “STEM skills” a las habilidades que involucran conocimientos en ciencia (Science), tecnología (Technology), ingeniería (Engineering) y matemáticas (Math).
Esto en apariencia es prácticamente dominio exclusivo de la inteligencia cristalizada, ya que cualquiera de las cuatro es una disciplina que requiere ser estudiada previamente a ser ejercida, cuyos conocimientos son acumulados a lo largo de su adquisición.
Pero lo que se requiere de base cuando se habla de poseer conocimientos STEM, es tener la capacidad de escuchar y tomar contacto con nuevos problemas, de tener habilidades creativas para desarrollar nuevas ideas.
Este tercer contexto es muy interesante porque es el menos obvio de los 3 expuestos en favor de la inteligencia fluida, y el que mejor plantea el nuevo juego entre ambas formas de inteligencia.
En nuestro presente cultural y en el futuro visible, es fácil jerarquizar las dinámicas mentales que nos lleven a nuevas ideas, que nos ayuden a formular nuevas posibilidades, nuevas versiones de la realidad.
Pero tan importante como esto es reposicionar a la inteligencia cristalizada, a la experiencia y al saber acumulado: en lugar de verla como un compendio o un repositorio de “conocimientos-resultado”, de “saberes-acabados” o de conclusiones, nuestro catálogo cristalizado debería ser visto como un conjunto siempre creciente de dinámicas generativas.
Conceptuada de esta manera, esa forma de inteligencia se vuelve un complemento muy poderoso de la capacidad de generación de soluciones basadas en el momento de demanda.
De esta manera nuestra maleta no sería un grupo de objetos acabados, sino una caja de herramientas productivas , que en definitiva son objetos para hacer objetos.
En última instancia, está claro que más importante que saber hacer un reloj, o construir un puente, son las nociones de que existe algo llamado tiempo y la conveniencia de llegar “al otro lado”, respectivamente.
Teniendo esto en el haber y desarrollando la capacidad de responder con la solución momentánea para conocer la hora o atravesar el río, creo que no deberíamos preocuparnos -desde el punto de vista de la generación de conocieminto- de nuestro futuro…
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