fuera, pero gracias a la lengua
El orgasmo de Julia cuajó en tiras de terciopelo lentas, negras y largas.
El frío que sentía el pequeño Ricardo, cuajaba en diamantes que salían de su cuerpo y caían tintineando sobre el suelo, durísimos.
Todo esto parece tan raro, pero si me lavo la cabeza de palabras y me perfumo con ellas, es exactamente lo que veo.
La realidad me espera, está ahí, es una sinfonía y yo sólo tengo un estetoscopio para palparla.
El olor de la madera es el olor de una momia de carne dura.
Una flor en un florero es una mutilación boba.
Metimos en la vitrina de lo apreciable al roble y a la rosa, y dejamos en un estante alto, inaccesible y oscuro a un manojo de músculos y a una nariz…
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