Lo que nos está pasando ahora
Ahora mismo, en este preciso momento, no sabemos muy bien qué está pasando, no sabemos muy bien a quién creerle y finalmente no sabemos muy bien qué pensar.
Da la sensación de que el aire que respiramos ya no solo contiene oxígeno y nitrógeno, sino crecientes cantidades de incertidumbre y desconfianza, que no son gases pero que circulan entre nosotros como si los fueran.
Los siguientes 7 factores confluyen en el presente, complementándose y a veces potenciándose de forma mutua; comprenderlos es comenzar a entender nuestro contexto.
1- La revolución identitaria
Las personas hace milenios que tenemos nombres propios, pero históricamente -y hasta hace mucho menos de lo que pensamos- una gran parte de nuestra identidad nos era otorgada por la tradición.
De esta manera cada persona tenía una posición, un rol social que le venía dado más allá de su propia voluntad o capacidad de elección.
En el presente lo común es que cada uno de nosotros posea una identidad personal, lista para ser socializada, que ha sido auto-producida y es auto-gestionada: construimos la forma en que queremos que otros nos vean, y opinamos, producimos e interactuamos desde ella.
En esto consiste básicamente la revolución de la identidad; somos con más detalle que antes, eso lo definimos nosotros mismos, y lo actualizamos casi con cada tweet.
2- El desmoronamiento del liderazgo tradicional
Una de las características de nuestro presente, es la progresiva madurez de los modelos distribuidos, contrarios a los modelos de centro-periferia como por ejemplo el del sistema solar, donde lo más gravitante está en medio de todo.
Lo que distingue a las estructuras distribuidas, es que carecen de centro único: comienzan a co-existir muchos pequeños centros o directamente no hay ninguno.
Son estructuras más horizontales que verticales, organizaciones entre pares y menos jerárquicas.
Si pensamos que en el centro tradicionalmente estaba la autoridad, el líder, el sabio, este cambio de estructura debilita y relativiza su histórica importancia: el centro comienza a ser cuestionado, puesto en duda y su previa centralidad ya no se traduce en influencia segura. Cada elemento del conjunto cobra una importancia ni mucho mayor ni mucho menor que el resto de los componentes.
3- La proliferación de versiones de la realidad
Cuanto más atrás en el tiempo viajamos, menos versiones de la realidad contemporánea encontraremos, hasta llegar a la primera, que en su momento ha sido la única.
Como si de una teoría de la evolución de la imagen de la realidad se tratase, atrás en el tiempo encontraremos a un único antepasado común de todas las versiones, de todas las opiniones.
Y a medida que más nos acercamos al presente, hallamos más y más visiones de “lo que pasa”: la persona de identidad personal recién estrenada, en un contexto de pequeños líderes o de ausencia de liderazgo, tiene todo el derecho de ver el mundo como lo vea y de comunicárselo a los demás.
Las tradicionales fuentes creadoras de versiones de la realidad, como los Estados, las Iglesias o la Academia, ven reducida su influencia y su versión de las cosas pasa a ser “una opinión más”.
4- El empequeñecimiento de la credibilidad
Cuando todo, cada porción de la realidad, cada cosa, cada evento, situación y persona es según quién la cuenta, cuando de cada elemento existen tantas versiones como personas quieran dar una opinión, es natural que la credibilidad general mengüe, que proliferen con las versiones, aquellas que no sean verdaderas.
Hemos avanzado hacia un entorno de más y más visiones alternativas y combatientes de la realidad, pero nos hemos quedado con una noción que pertenecía a un mundo de poquísimas versiones: seguimos pensando que no pueden haber mil imágenes verdaderas de una sola cosa, por lo que la mayoría -sino todas menos 1-, serán falsas.
Al sentirnos rodeados de falsedad nos volvemos combatientes de nuestra verdad, militantes de nuestra versión.
5- La creencia como organizadora social
Si no existen versiones cualificadas de una cosa, y si no se nos ha ocurrido o no nos ha interesado producir una propia, ¿qué podemos pensar sobre eso?
Si no sabemos sobre algo -y está claro que no sabemos sobre muchísimas cosas- y nos llega el momento de tomar posición, por ejemplo opinando sobre ese algo, lo más probable es que creamos la versión que más se asemeja a lo que hubiéramos pensado si nos hubiéramos dedicado a pensar en eso.
De esta manera, la interfaz, el puente entre nosotros y el mundo es antes la creencia que el conocimiento.
En un presente con las acciones del pensamiento crítico en baja, todo parece dirimirse en el terreno de la creencia: componemos una sociedad de creyentes y no de personas que saben de lo que saben y de lo que no, saben detectar a quienes sí.
6- La carencia de referencias de honestidad a escala social
Cuando la masiva mayoría de los mensajes que cobran un volumen importante, están generados desde alguna agenda de la que se puede sospechar, el entorno general se torna digno de desconfianza.
En la actualidad ni gobiernos, ni opositores, ni marcas, ni el tercer sector, ni las celebridades pueden permitirse grandes niveles de honestidad: en el contexto actual de “todos somos un centro” y “todos sabemos de todo”, todos somos intocables y señalar descarnadamente ciertas cosas puede resultar tóxico para quien lo haga.
La opción dominante a la hora de comunicar los grandes mensajes, es la adulación social, la gratificación aunque sea meramente discursiva, lo que termina conformando una sociedad que espera ser premiada, porque se le ha dicho hasta el cansancio que simplemente “se lo merece”.
7- Las dinámicas generadoras de frustración
Cuando alguien cree merecer algo y ese algo se le escapa, lo que ocurre es que se frustra.
Si la política promete y no cumple, si las marcas generan mitología exageradamente, y si las múltiples agendas que nos rodean solo buscan enrolarnos para los próximos 10 minutos y ya, siempre llegaremos a un momento en que se hará patente la enorme distancia entre ficción y realidad, y lo que se impondrá será la frustración.
Un enorme grupo de personas con identidad personal compartible y una cuota inmensa de frustración, será un enorme grupo de personas enojadas, agresivas, virulentas y hambrientas de polémica. Por este motivo hoy casi todo diálogo se encauza hacia la pelea.
Se nos está sobrevendiendo el mundo, y cuando nos llega el envío, queremos matar al que tenemos más cerca: no nos está pasando lo que nos dijeron que merecemos que nos pase.
Pensemos ahora cualquier cosa que no entendamos en relación al comportamiento social, y revisemos de nuevo estos 7 factores.
¿Nos sorprende que haya gente que no quiera vacunarse?, ¿nos asombra que haya quienes sigan vinculando a las vacunas con el autismo?, ¿nos resulta desmedido que todos sientan que pueden debatir con sanitaristas, virólogos, infectólogos o epidemiólogos de igual a igual?, ¿nos horroriza ver que siempre hay alguien dispuesto a creer la más disparatada teoría de la conspiración?
¿No es hora de apostar por el sentido crítico?
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