Detergente contra la agenda
No es difícil ver la realidad que nos rodea como a un tejido de agendas.
De por sí el aire que respiramos es un aire simbólico, un aire con más signos que hidrógeno, pero en la actualidad esos signos se integran en propósitos con relación a los demás, es decir, instrucciones para que unos hagan lo que otros quieren que hagan.
Nos hemos convertido en animales que básicamente dicen, y se la pasan diciendo sin parar. Es más, infinidad de personas más que hablantes son ahora militantes, son proselitistas de sus agendas.
Es complejo navegar por esta tormenta de propósitos ajenos, de intenciones que nos tuercen la ruta, que nos desvían, que nos demoran.
“Hay que hacer tal cosa”, “hay que pensar tal otra”, “esto es lo recomendado”, “esto lo más popular”, “a esto es a lo que hay que acceder”, “aquí es donde hay que estar”, “allí es donde hay que ir”, “aquello es lo que hay saber”, “esto es lo que hay que tener”, “así es como me tengo que ver”…
Detrás de cada una de ellas, una agenda, una intención. No necesariamente mala, pero sí necesariamente ajena.
Una excelente brújula para orientarnos en esta tormenta de agendas, es nuestra identidad.
De forma esencial nos permite filtrar una gran cantidad de demoras, de distracciones, de “enrolamientos” extraños y disolventes de nuestro día.
Cuando básicamente sé quién soy puedo contrastar la versión de mí mismo que otro me acerca, y decirle por ejemplo “ese no soy yo”, “ese no es mi interés”, “esa no es mi batalla”.
La identidad funciona entonces como una narrativa que nos permite bajar el volumen del vendaval, y acceder al pensamiento crítico que nos posiciona favorablemente en el contexto.: de pronto aparece un mapa en nuestra mano.
Una vez que logramos salir de la sopa de propuestas que nos sitia, es la creatividad la encargada de hacer factible el propósito de nuestra identidad (siendo estrictos, de hecho es la creatividad quien también interviene en la formulación de esa identidad).
No hay mayor libertad que la libertad creativa; con ella nos inventamos una y mil vidas… con ella inventamos la propia libertad.
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