Información y desinformación
Como dijo Esquilo, la primer víctima de toda guerra es la verdad.
El número 134 de la revista británica Granta -recomendable esta publicación, si ya no lo dije- que lleva por título “No man’s land” (tierra de nadie), reúne una serie de artículos entre los que figura Propagandalands, de Peter Pomerantsev.
Se trata del retrato de algunos aspectos de la crisis de finales de 2013 y comienzos de 2014 en Ucrania, conocida como la revolución ucraniana o Euromaidan, que culminó con la renuncia del entonces presidente Viktor Yanukovych.
Lo que me resultó muy interesante fue la puesta en práctica del principio de “la información es poder”, puesto que en este artículo se expone cómo los bandos en pugna (simplificando bastante, el bando pro-europeo y el pro-ruso), trataban la información como un arma de guerra más.
En términos de generadores de contenidos, del “lado Maidan”, anti Yanukovych, diferentes sectores intentaban contrarrestar a los medios masivos pro-Rusia distribuyendo noticias por los medios sociales, muchas veces crónicas de lo que estaba sucediendo en la plaza Maidan, otras, piezas de ficción tendientes a desinformar desprestigiando al enemigo.
Del otro lado, los medios tradicionales ucranianos y la televisión rusa ofreciendo una versión completamente diferente de lo que estaba sucediendo. También desde este bando, se distribuían noticias en los social media.
Ambos combinaban piezas tendientes a informar con contenidos con el objetivo exactamente inverso.
Y es aquí donde surge la reflexión de si, independientemente de qué lado se esté, se puede y cómo discernir entre un contenido destinado a informar, y otro que busca distorsionar intencionalmente los hechos.
Muerta la verdad, llamemos a la honestidad.
Personalmente creo que a no ser que uno tenga un conocimiento exhaustivo de una situación, y que pueda además acompañar dicho conocimiento con una postura crítica y distante de aquello de que se trate, siempre que no tengamos entre manos una pieza de desinformación muy burda, no es posible detectarla inmediatamente.
Y el problema es precisamente que los dos presupuestos -tener un gran conocimiento y ser crítico y distante-, rarísimamente se dan en quienes quieren informarse estando inmersos en un conflicto.
Son esos dos ingredientes los que no pueden faltar jamás en la construcción del contexto, dicho sea de paso, el gran develador de la desinformación.
Entonces, ¿cuál es en esencia la diferencia entre una información veraz y otra tendiente a desinformar?
Podríamos decir que la clave está en su relación con la verdad, pero lejos de aclarar algo, nos estaríamos metiendo en un problema para el cual el hombre aún no ha encontrado una solución. Ni siquiera aquel que redacta la noticia podría distinguir lo verdadero de lo que no lo es.
Creo que más prosaico, posible, inmediato y sometible a contexto, es la relación de cualquier información con la honestidad al momento de crearla.
Información podría ser lo que ocurre cuando la noticia es honesta, y desinformación lo que pasa cuando se informa sin honestidad. Roto el vínculo entre noticia y verdad, nos queda la relación entre informante y honestidad.
Es muy obvio que nunca sabremos lo que “en realidad” ocurrió, ocurre o va a ocurrir, sin embargo sí estamos más cerca de saber si alguien nos dice algo honestamente o no.
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