Y al final, ni Dios ni la Naturaleza existen
El único motivo por el que estaría dispuesto a creer en Dios, es aquel por el que precisamente se dejó de creer oficialmente en él.
Esto es por el color, el ritmo, la forma y el desparpajo que tiene la Naturaleza de desafiar al vacío.
Concebir y hacer una gota de amarillo o un pico o una suavidad interrumpida por una aspereza en una piel sin siquiera tocar a ese ser que los posee, hacerlo sólo con la sugerencia de un código, únicamente debería ser obra de ese Dios que no existe.
Para creer en él como para no emocionarse ante todo esto, hay que estar igualmente loco.
Post a comment