La máquina de limpiar arquetipos
Hace dos días soñé que hablaba con un viejo compañero de trabajo y un amigo de éste al que también conocía.
Nuestra charla era distendida y trataba sobre una marca española de ropa (El Ganso, de intenciones “mod”), a la que los tres conocíamos.
Concretamente, estas dos personas se me acercaban, y al ver la camisa que yo tenía puesta, reconocían su marca.
Cuando yo notaba que ellos sabían de qué ropa se trataba, les decía: “¡si sabrán ustedes las cosas que tiene El Ganso!”, y todos nos reíamos (la risa se justificaba porque estos dos muchachos, siempre vestían impecablemente y estaban muy atentos a su cuidado personal).
Hasta aquí, algo intrascendente, si no fuera porque la segunda persona (el amigo de mi ex-compañero de trabajo), nunca existió en la vida real.
Aclarando: soñé a un compañero de agencia, que lo conocí en la realidad de la vigilia hace muchos años, pero su supuesto amigo -al que en el sueño yo también conocía-, es un personaje cien por ciento onírico.
Y este último asunto fue el que me dejó reflexionando.
Esta persona creada por mi mente, poseía todos los atributos de alguien a quien conocía de hacía tiempo y además me caía muy bien; mi sueño fue capaz de hacerme sentir un vínculo con él: tenía código común, podía hacerle guiños respaldados en una recreada experiencia compartida.
Y lo que este sueño me dejó claro, es que nuestra mente es capaz de deshuesar cualquier cosa singular, hasta atrapar su esqueleto arquetípico y utilizarlo más tarde.
Lo que hizo mi mente fue tomar un caso real de vínculo simpático y añejo, quitarle la piel y la carne, sacarle el armazón universal y revestirlo con un nuevo cuerpo.
Exactamente lo mismo que hace cuando nos permite ver un cuadrado en una baldosa, o el color rojo en unos pantalones rojos: detecta el atributo, el concepto abstracto embebido en la realidad salvaje, singular y sin diseñar.
Nuestra mente deshuesa las cosas particulares, y con ese esqueleto camina la cultura.
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