2 sueños

2 sueños, por Ernesto Alegre

El espectáculo gratuito.
Una noche soñé que estaba caminando por el barrio porteño de Devoto, cerca del colegio de sordomudos.
Pasaba por una librería que en realidad no existe, compraba dos bolígrafos verdes diferentes (uno marca Bic y el otro desconocido), y a la hora de pagar doce pesos (tal el precio final), notaba que sólo tenía en la mano poco más de tres.

En ese momento recordé que durante el día había guardado un billete de diez euros en el bolsillo izquierdo de mi pantalón, por lo que, metiendo mi mano, lo saqué y pagué con él.
Lo del billete sucedió efectivamente en la tarde previa a la noche del sueño; al soñar recordé que lo tenía en ese bolsillo.
Al día siguiente por la mañana, a partir de este sueño, se me ocurrió pensar lo siguiente: imaginemos que alguien guarda en su bolsillo un billete de diez euros.
Al llegar la noche, se saca el pantalón en cuyo bolsillo guardó el billete y se acuesta a dormir.
Una vez dormido sueña que pasa caminando por un parque de diversiones, que saca una entrada para la montaña rusa, paga con su billete de diez euros y comienza a experimentar las sensaciones bruscas de la atracción.
De hecho, su sueño es tan vívido que en la caída principal, el vacío que se le produce en el estómago hace que despierte.
Al día siguiente comprueba que el billete sigue en su bolsillo, naturalmente, sin haber sido gastado. Pero la sensación de la montaña rusa, la experimentó de forma no simbólica, sino de manera real.
No le pasó lo mismo que a mí, que por la mañana tenía aún el billete pero no los bolígrafos, que sólo eran objetos soñados: su dinero onírico pagó una sensación real.
No es que tenga mucho más para agregar, simplemente todo esto me hizo reflexionar en lo autosuficientes que podemos ser cuando oficiamos de teatro de nuestra propia obra: cuando se trata de un show de esos que se dan en la cabeza -y creo que todos terminan dándose en ese lugar-, no necesitamos más capital que a nosotros mismos…La pesadilla del signo puro.
Hace dos días padecí un virus gastrointestinal que me mantuvo en cama unas setenta y dos horas, más o menos.
La segunda de las tres noches, tuve una pesadilla que prometía ser interminable, y que consistió en que estaba encerrado en una despensa o almacén, una habitación muy estrecha en definitiva, que por vez, se llenaba exageradamente con algo.
Esto sucedía de forma instantánea, y una vez repleta de lo que fuera (siempre ejemplares diversos del mismo artículo), yo tenía que localizar pares, es decir dos objetos iguales, rápidamente, para pasar inmediatamente a hallar el segundo par, el tercero, y así hasta acabar con el stock.
Antes de concluir la totalidad, el espacio se llenaba de otra cosa y esta situación que se me hacía insoportable -una sensación de apremio, tensión, emergencia extrema se apoderaba de mí-, comenzaba de cero una y otra vez.
De esta forma me vi emparejando medias, bombones, formas indefinidas, cajas, colores, etc.
La pesadilla no tenía forma de resolución alguna; su estructura era fractal, de manera que cuando la situación se tornó irreversiblemente insoportable, desperté sobresaltado.
Durante la mañana siguiente reflexioné que esa era una forma verosímil de locura: un trastorno en el circuito del pensamiento, un bucle frenético de signos puros o incluso significantes puros, desconectados de cualquier especulación de realidad. Una cabeza-cápsula, anaeróbica, espiralada, vertiginosa, que más que precipitarse, era el precipicio mismo.

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