Relato y Radar

Hacemos modelos de cosas para poder comprenderlas.

Cuando algo es demasiado grande, demasiado pequeño, demasiado difuso, demasiado compacto, está demasiado lejos o demasiado cerca, es demasiado complejo o demasiado diferente (y otros muchos “demasiados” más), necesitamos crear un modelo de eso para facilitar su inteligencia.

Conocemos lo que conocemos sobre el universo, sobre un determinado ecosistema, sobre el átomo, sobre las relaciones entre las personas y sobre la realidad, por vía de los modelos que hemos creado de estas cosas. Todas ellas, por motivos diferentes, nos son invisibles de manera directa.

En referencia a cómo modelizar a la realidad general, habitualmente se imponen dos grandes formas: el relato y el radar.

El relato es una descripción de la realidad, meramente gráfica o con intenciones explicativas, basada en el story-telling, en una narración de cómo son las cosas a partir de mi reconstrucción de sus relaciones.

Quien apela al relato, nos cuenta cómo es la realidad, qué pasa en ella según una lógica secuencial subyacente.

El relato es las más de las veces una versión estática de la realidad, algo que, por su propia necesidad de estructura interna, se termina centrando más en él mismo que en aquello que pretende modelizar. En esto mismo reside su peligro: mientras se preocupa por la colocación y equilibrio de sus propias piezas, se produce un progresivo desfase que lo desvincula cada vez más de su objeto dinámico, de aquello que pretende representar de forma inteligible: la realidad.

Se da una situación paralela a del retrato: si hago el retrato de una persona de 23 años -aún siendo dicho retrato lo más fiel posible-, cuando ésta tenga 60, la imagen ya no la representará fielmente; el objeto que se pretendía modelizar es dinámico, pero el modelo es estático.

Algo diferente ocurre cuando intento modelizar la realidad con la idea del radar. Esto es: obtener un modelo de la misma a partir de una permanente monitorización.

Al igual que el relato, la radarización de la realidad es una descripción, pero menos gráfica que explicativa de su naturaleza o funcionamiento; la imagen del radar muestra menos que lo que pierde, cosa que nos obliga a rellenar las ausencias mediante la inferencia y la deducción.

Quien apela al radar nos ofrece una visión siempre parcial y siempre necesitada de una rápida actualización; a nadie se le ocurriría tomar una foto de la interfaz de un radar y quedarse con ella pretendiendo que sea el estado permanente de las cosas.

Esta esencia transitoria y efímera del modelo radarizado de la realidad, hace que permanentemente tenga que volver a indagarse sobre el estado de ésta, situación que evita el desfase entre realidad y modelo.

El relato posee una estructura fija, la radarización se estructura en torno de la idea de flujo. Es por eso que esta última es mucho más apropiada para reflejar el estado actual de la realidad y es por eso que la primera se presta mejor a la producción, a la manipulación de la misma.

Mientras el relato reconoce la función activa de quien lo produce y la pasiva de quien lo consume, el radar se limita a dar una serie de piezas parciales que todos deben interpretar activamente; eso sólo se rompe cuando alguien radariza y con ese input genera un relato que otros consumen.

En definitiva el relato de la realidad obedece, bien a mala intención de versionar la realidad, o a la simpleza de pretender reducirla, mientras que la radarización denota una actitud inquisitiva y de cuestionamiento hacia las cosas que están pasando realmente…

 

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