la verdadera función del hashtag
A esta altura del partido todos sabemos qué cosa es un hashtag.
(Alguien levanta la mano, y tímidamente dice: “Disculpe, no es que no lo sepa, pero ¿Me podría refrescar el concepto?”
Claro, claro, por supuesto, no pasa nada… Un hashtag es una palabra transformada en etiqueta, se utiliza fundamentalmente en Twitter y la reconocerás porque está precedida por una almohadilla “#” (“hash” según llaman los angloparlantes a ese símbolo).
Asintiendo, esta persona vuelve a tomar la iniciativa e interroga: “¿Y para qué sirve un hashtag de esos?”.
“Esta última, sí que es una pregunta interesante”, pienso; de hecho me viene genial, porque precisamente de eso quería escribir hace un par de minutos atrás, antes de la primera pregunta).
Reflexionando un poco sobre las funciones básicas del hashtag, se me presentan con claridad 3:
1- Construir un eje de contenido
2- Facilitar la distribución de la pieza
3- Generar unidad de código
La primera función se me antoja un poco “regresiva”. Sin llegar a ser un retroceso en términos de formato, hay un gen “re-estructurador” en el hecho de querer establecer ejes de contenido dentro de una dinámica de flujo.
Twitter tiene forma de flujo, su contenido es ambiental, nos rodea, simplemente fluye, pasa. Establecer un eje en torno del cual generar contenido (un hashtag es en definitiva una excusa a la que nos sumamos para dar nuestra opinión, definirnos ante los demás, construir contexto), es en cierto aspecto -aunque no definitivamente- querer que algo “pase no tan rápido”, que “podamos recuperarlo y que el río no se lo termine llevando para siempre”.
Decía más arriba que se me antojaba un poco recesivo el querer construir ejes de contenido, porque el eje, el foco, pertenecen a estructuras anteriores al formato de flujo.
De todas maneras no llega a ser TAN regresivo como los cambios de formato que proponen paper.li o Flipboard, la app para iPad; éstos, aunque sólo sea morfológicamente, llegan a eliminar la forma fluida no jerarquizada.
Pero independientemente de ser o no algo atado a formas previas a la de flujo, construir ejes de contenido vía hashtags es una excelente forma de “des-atomizar”, de condensar el socialogue en algo más sencillo de ser “colocado en nuestra vieja estantería”…
La segunda función del hashtag -tal vez algo subsidiaria de la primera-, es la de facilitar la distribución del contenido que está etiquetando. Es más fácil hacer circular algo que tiene adherida una etiqueta que resuelva la pregunta “¿De qué va esto?” que algo que me demande averiguarlo por mí mismo.
Desde este punto de vista, y sobretodo cuando el hashtag ya se ha popularizado, éste funciona como un apropiado “rompedor de hielo”: afila la punta de flecha de nuestro contenido y lo hace más “aerodinámico”, más “preparado para pasárselo a otro”, más “resbaloso”, si me permiten todas estas metáforas…
La tercera función básica del hashtag es la de generar un código de pertenencia.
Se haya diseñado o formulado el hashtag en cuestión pensando en esto o no (a veces se hace adrede, lo que demanda un buen ejercicio de copy o más precisamente de naming para el hashtag), lo cierto es que lleva implícito un reclamo de definición de código.
Si el hashtag llega a popularizarse, entonces este aspecto en potencia pasa a efectivizarse empíricamente. Eso es lo que ocurrió con el #ff (follow friday), el #nowplaying, el #ihavetoadmit y tantos más: multitud de usuarios carentes totalmente de contexto común, pero poniéndose de acuerdo en algo básico: un formato en el que hacer encajar lo que quieren decir.
De todas formas, el hashtag se me sigue presentando como una red que se extiende transversalmente en un río y lo filtra, reteniendo los sólidos que por él navegan; ya flotando en la superficie, ya sumergidos.
Es un intento de llevar el socialogue al diálogo tradicional entre múltiples partes.
Aparentemente el formato del “diálogo ambiental”, ese que se da en las plataformas de ambient media, sigue siendo difícil de barajar, difícil de comprender por grandes cantidades de personas. Este diálogo ambiental, al que podemos tipificar como liviano en contenido, poroso, atomizado, distribuido, asíncrono, más preocupado en reflejar un estado líquido y dinámico que en construir una dialéctica formada por objetos semánticamente densos, es periférico, no centrado y no gravitante en torno de un eje.
A este diálogo vaporizado, el hashtag pretende anclarlo un poco, pintarle puntos de referencia gracias a los cuales poder orientarnos.
Sirva como nota de color y como curiosidad, pero es sugestivo que de toda la variedad de signos que la informática maneja para marcar sus códigos (*, ?, !, >, etc.), el hash (#) es el signo elegido en el html como “ancla” para localizar un contenido concreto dentro de un montón de código… casi lo mismo que hace, también, el hashtag.
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