La próxima revolución
La próxima revolución deberá ser barata.
Deberá ser instantánea.
Deberá ser identitaria y deberá poder distribuirse a la velocidad de un retweet.
Deberá ser todo esto o no será.
Hoy es imposible que se dé una revolución costosa como lo fueron las revoluciones francesa, bolchevique, la cubana o la industrial.
Todas estas revoluciones fueron caras en vidas, caras en recursos, caras en tiempo.
Todas representaron el clímax, el pico emergente de una masa de situaciones de cocción lenta. Un pico enorme, de gradual escalado, de cima visible desde lejos.
Todas significaron un cambio de identidad de sus protagonistas, pero un cambio en su identidad social antes que personal.
Por eso ese cambio no de quién soy sino de quiénes somos, se desarrolló lentamente en el tiempo.
Todas se basaron en la contigüidad espacial, en el contacto físico personal; de ahí la lentitud y condicionamiento de su distribución.
Si la próxima revolución no cumple con los requisitos de estas primeras líneas, sencillamente no será porque será interceptada, será ahogada antes de ser. Y la idea de esa revolución futura, sólo existirá en este post.
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