Por qué nos gustan las series
Dieta de contenidos basada en series.
No podemos decir que la serie sea un formato nuevo de contenidos, pero sin dudas sí que es uno de los más populares y en constante desarrollo.
La serie evoluciona perfeccionando sus rasgos de una forma similar a como evoluciona la industria de la alimentación: cada nuevo paso en la carrera debe hacer que el producto sea más fácil, más accesible, más delicioso y más adictivo.
Cada sector a su manera (el de los contenidos y el de los alimentos), genera productos que perfeccionan cada vez más estos 4 ejes: basta con comparar cualquier versión actual con algún ancestro para detectar la presión evolutiva.
Netflix gótico.
Arriba de todo decía que la serie no es un formato nuevo, y la verdad es que esto es poco decir: en realidad es viejísimo.
Sin que siquiera represente su primer manifestación en el mundo de los contenidos, ya la catedral medieval presentaba en sus vitrales -y no exclusivamente allí- series con todos los ingredientes básicos: baja demanda hacia el usuario y continuidad.
Los vitrales medievales contaban una historia en entregas (la pasión de Cristo, las cuatro estaciones, por ejemplo), y lo hacían de la forma menos demandante posible: con imágenes, de manera de no excluir al analfabeto.
La receta de la serie.
La serie es entonces un formato de contenido que requiere 2 elementos básicos: desarrollar su storytelling en entregas secuenciales y ser -tal vez como residuo de esta primer característica- poco demandante.
Comparemos rápidamente el tiempo de entretenimiento de una serie y su equivalente en films, para ver en detalle este segundo elemento que habla de la baja demanda.
Imaginemos una serie de 2 temporadas compuestas de 10 episodios cada una, lo que nos deja un total de 20 entregas.
Si consideramos una media de 50 minutos por episodio, tendremos un total de 16,6 horas de entretenimiento total.
Pensemos ahora en llenar esas más de 16 horas con films, contemplando una media de 1,5 horas por película. Tendríamos que ver poco más de 11 películas, para estar sentados la misma cantidad de tiempo en el sofá frente a la pantalla.
Cada película nos propondría un elenco, una estructura narrativa, un guión, un ritmo, un código y posiblemente un género diferentes, es decir que el primerísimo primer esfuerzo de “saber de qué se trata” la propuesta, debería hacerlo 11 veces.
Sumado a este esfuerzo, en menos de 1 hora y media deberé comprender a los personajes, hacerme con la historia y especular hacia dónde va.
Para hacer todo esto, en el caso de la serie que proponía (2 temporadas de 10 episodios cada una), tengo más de 11 veces ese tiempo. Y hay algún beneficio adicional, como que si descubro que una serie me satisface en el primer episodio, ya iré a los siguientes bastante seguro de quedar también satisfecho con el contenido.
Según Robert McKee, uno de los teóricos del storytelling más gravitantes en Hollywood, el formato de este siglo (tal vez un poco mucho lo de “siglo”) es la serie de 100 horas de contenido; el equivalente a más de 66 films.
Y al final, ¿por qué nos gustan las series?
Para decirlo de forma económica: porque somos producto de una cultura que nos prefiere -y nos comprueba- pasivos.
Nos gustan las series por el mismo motivo que nos gusta votar -si vamos- una sola vez cada 2 años en lugar de involucrarnos en el interés público, preferimos las listas de cosas en lugar de esas mismas cosas metidas en un párrafo o vamos a 1 supermercado en lugar de visitar 5 tiendas diferentes: porque somos cómodos.
También es cierto que una serie es más icónica de la realidad que un solo film (aunque no así que 66 films, cabe decir). La serie, como la vida, tiene cosas que pasaron, cosas que van a pasar y mientras tanto nos acompaña; por eso es tan parecida a esa supuesta realidad que emula.
La serie desarrolla extensivamente a los personajes -no tiene la necesaria limitación del film de recurrir a la sugerencia-, y puede escalar hacia el detalle nimio: en este sentido el propio McKee indica que el personaje ideal de la serie de 100 horas, es aquel que posee 20 dimensiones (una dimensión es para él una contradicción, un pliegue, un doblez que hace más rica y más compleja a la figura).
En síntesis, la serie es un formato muy popular porque:
a. se elige qué ver una sola vez, frente a otras opciones de entretenimiento para ocupar la misma cantidad de tiempo
b. se aprende a entender el contenido con mucho más tiempo y facilidad
c. es un formato recursivo: muchas series inician cada episodio con un “anteriormente en” y otras también lo finalizan con un “en el próximo capítulo”, que son recursos que nos llevan de la mano por la historia.
¡Ah! y ya que hablaba del parecido entre el sector alimentario y el de contenidos: algo más hace que se parezca tanto una serie a una caja de cereales: ambos tienen fecha de caducidad (Netflix y otras plataformas te dicen “disponible hasta el…”)
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