la enfermedad de lo múltiple

Debo comenzar este artículo pidiendo disculpas: me propongo tratar la importancia del acto de la curación, intentando aclarar que curar no sólo es sanar, y desde el mismo título genero confusión.

Ocurre que en términos de contenido, no es preciso padecer la enfermedad llamada ADHD (Síndrome de atención dispersa, hiperactividad e impulsividad -Attention Deficit Hyperactivity Disorder, según el nombre inglés que dio lugar a la sigla-) para sentirse totalmente abrumado y superado por la cantidad y variedad de la oferta de cosas que llaman nuestra atención, que demandan algo de nuestra parte.

La oferta de demanda de atención se multiplicó exponencialmente en los últimos años por una serie de factores, algunos tecnológicos, otros actitudinales, todos culturales. Y frente a esta gran profusión de piezas a las que dedicarles una fracción de nuestra vida, la función de la curación se redimensiona y refuncionaliza.

No es nuevo el hecho de curar contenido (cualquiera que haya ido a un museo o a una galería de arte ha tenido la oportunidad de apreciar el trabajo de un curador), pero relativamente sí lo es la curación social de contenido.

 

¿Qué es la curación social de contenido?

Es la acción de filtrar, seleccionar y dar contexto a un grupo de piezas con fines directa o indirectamente identitarios.

El curador social no genera necesariamente contenido propio, las más de las veces selecciona contenido de terceros y conforma colecciones de piezas de muy variada índole, que hablan de sí mismo; lo haga con fines expresos de presentación ante los demás o sencillamente “para no perder de vista” el contenido que le interesa.

Esta función puede llevarse a cabo de forma explícita (que es cuando el curador efectivamente construye una colección en, por ejemplo, Tumblr, Posterous, Facebook, Pinterest, ffffound, etc) o de forma implícita en cualquiera de las plataformas sociales en las que se encuentre (muchas veces los muros de Facebook y las timelines de Twitter de los curadores sociales, terminan oficiando de colecciones de contenido generado por otros).

Una de las formas más populares de definir la identidad propia en los medios sociales, es a través de la curación de contenido. Demanda mucho menos esfuerzo y aptitud específica que la generación de contenido propio, es más activa que la gestualidad social habitual (los actos de comentar casualmente, votar, rankear, gustar, compartir o enviar contenido) y cumple una función vital en el desplazamiento desde el universo “topic centric” hacia el “ID centric” (progresivamente importa más quiénes son los que están hablando, que aquello sobre lo que hablan).

La curación social cumple un rol vital no sólo al facilitar la definición de la identidad personal, sino también al permitir la definición identitaria de grupo. Esto es así a partir de la construcción de contexto producto del filtrado y la selección de contenido: definido el campo de interés y sus “habitantes” es más efectiva y concreta la noción de grupo.

 

¿En qué difiere la curación social de contenido de la curación tradicional?

La más esencial diferencia es la posición del eje en torno del cual giran los contenidos curados; mientras en la curación tradicional el eje estaba en el tópico o temática -por eso hablamos de “topic centric”-, en la curación social el eje es la identidad; sea esta personal o grupal -por eso decimos que es “ID centric”-.

Un ejemplo de curación tradicional lo tenemos en la obra del curador de una determinada muestra en un museo. Imaginemos que el curador monta una exposición sobre el retrato en el siglo XX, partiendo de la colección permanente de un museo.

Lo que el curador hace es seleccionar de entre todas las obras existentes en la colección, sólo los retratos hechos entre 1900 y 1999, es decir, filtra el conjunto total de obras para quedarse con una selección de ellas. Su enfoque es “topic centric”, puesto que lo que le interesa es tratar el tema del retrato en el siglo XX, no la identidad de un plástico o una escuela en particular.

Cuando un usuario performa un curación social, su colección está tanto más relacionada con sus gustos personales que con una intención de crear una colección temática, que su valor es más identitario que orientado al contenido mismo. De hecho, se puede considerar como su colección a la totalidad de las piezas compartidas y distribuidas por él; colección mestiza y diversa cuyo hilo conductor es muchas veces sólo el curador.

 

Las reglas 1:3:6:90 y 1:9:60:30

Todos conocemos ya la regla 1:9:90, que habla de la proporcionalidad existente entre quienes crean y aportan contenido original (1), quienes comentan y gestualizan dicho contenido (9), y quienes se limitan a consumirlo sin operar acción social alguna (90).

A la luz de la curación social (no contemplada en la regla 1:9:90), creo que estamos en presencia de un nuevo colectivo; el de los curadores. Dependiendo de si la curación performada es intencional o no, podríamos formular dos nuevas reglas.

En el caso de la curación social intencional, -me refiero a cuando un usuario efectivamente quiere construir una colección de piezas y utiliza alguna plataforma social para hacerlo- la regla sería algo como 1:3:9:87 (sin que por supuesto estos valores signifiquen que propongo estas proporciones seriamente; sólo pretendo señalar una hipótesis). Aquí, 1 sigue siendo quien genera y comparte contenido original, el 3 representa a quienes curan ese u otro contenido (es decir, contenido original distribuido socialmente o contenido capturado en otros medios), el 6 a quienes lo gestualizan y el 90 a quienes lo consumen.

Lo que creo que es importante aquí -y nuevamente digo que no puedo ofrecer pruebas, es sólo mi impresión- es que esos 3 han sido “robados” del grupo de los originales 9 y no de los 90 consumidores; creo que es más factible que un “gestualizador” pase a curar (sin dejar por supuesto de comentar, votar o gustar) a que un consumidor cambie tanto de rol (una interesante investigación sería aquella que estudie la migración que existe entre estos grupos debido al cambio progresivo de roles).

En el caso de la curación social performada “por default”, es decir, sin saber siquiera que se está realizando (el usuario simplemente filtra y selecciona piezas que le gustan y le interesan, pero ignora que éstas conformen una colección de impacto identitario), el número de curadores es mucho más grande: la regla sería algo como 1:9:60:30.

Aquí el 1 es nuevamente quien crea y distribuye socialmente contenido original, el 9 sigue representando a los gestualizadores, el 60 a los curadores por default y el 30 restante a los usuarios consumidores de contenido.

Repito que sólo quiero señalar con estos volúmenes la existencia de una forma actitudinal no contemplada en las proporciones del 1:9:90, y no fijar una relación estricta en términos estadísticos.

Merece la pena aclarar algunas cosas en referencia a esta última regla:

1- Puede resultar exagerada la cifra de 60 curadores por default por sobre los 30 consumidores; estaríamos diciendo que hay el doble de usuarios activos que los pasivos (eso sin contar a la minoría creadora y a los gestualizadores), pero esto lo hago considerando a la población activa en medios sociales. Se me hace evidente que hay quienes son considerados consumidores de contenido cuando en realidad no son siquiera usuarios (personas que han dado de alta un perfil en alguna plataforma social, pero que no la visitan).

2- Estas proporciones seguramente experimentan grandes variaciones de grupo en grupo; casi podría afirmar que entre los usuarios relacionados profesionalmente con los medios digitales la proporción de curadores será mayor que entre los usuarios pertenecientes a otros colectivos profesionales. Dentro mismo del primer grupo, es posible que los diseñadores tiendan a la curación social más que los, por ejemplo, analistas o planificadores de medios.

Esto último nos sigue dando la pauta que el conocimiento detallado de nuestro grupo -el grupo sobre el que el estratega social operará- es vital a la hora de saber qué podemos esperar como respuesta a la distribución de contenido; será siempre una buena práctica tener especulaciones -cuanto más fundadas mejor, naturalmente- de cuántos son los creadores, los gestualizadores, los curadores y los consumidores en medio de quienes nos movemos…

 

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