Todo pensamiento describe y representa un desplazamiento. Parte de un estadio inicial y sigue un desarrollo. Todo pensamiento es movimiento y todo movimiento intencionado tuvo en un pensamiento su plano. El pensamiento surge de algún nivel de insatisfacción de la expectativa. A satisfacción plena, no hay pensamiento. El pensamiento nace de la percepción de la otredad, de saberse otro, de saberse algo distinto aún dentro de uno. Por este motivo no es posible pensar desde fuera de la identidad: si no soy es imposible que piense.
bat habit – unheralded insights es una colección de inputs sobre un tema en particular.
Estoy ahora mismo -cierto que más lentamente de lo que me gustaría- desarrollando un proyecto llamado Bypass Bazaar, que consiste en la creación de un framework creativo. Uno de los objetivos del mismo es reflexionar sobre los procesos de ideación y sobre cómo desplegar una contra-ingeniería de nuestra innata capacidad de reconocer (y repetir) patrones.
Sé que esto que voy a decir no es algo nuevo: no sólo es algo sobre lo que muchos se han expresado antes, sino que es algo sobre lo que de una u otra forma ya había escrito aquí mismo (Escenas absulaes en la vida de un comunicador y Nulo aprecio por las ideas). Esta reiteración está motivada por la incredulidad que me despierta el desdén efectivo hacia el pensamiento estratégico: me resulta difícil de creer que exista tanta gente desconfiada o hasta contraria al hecho de pensar antes de ponerse a hacer.
Esta es una serie de 6 íconos para representar los 6 tipos de tropos creativos del framework Bypass Bazaar: figuras de la escasez, de la hibridación, de filtro, de iteración, de emancipación y de la alienación.
Usted ha llegado a ese punto en la vida en que piensa: “soy nada, nadie me conoce, básicamente no destaco”. Antes que nada querría que ya mismo comenzara a sentirse bien, y nada mejor para lograr esto que decirle que tiene usted toda la razón. La que siente es una sensación de vacuidad, ya que nada llena más el espíritu y brinda completa satisfacción que ser alguien sumamente eminente, famoso digamos. Aquí 11 consejos para comenzar a ser relevante en su entorno…
(* absurdas, reales y usuales)
La esencia misma de la profesión del comunicador conlleva hacer de puente; comunicar -en términos de tocar- una o más entidades y hacerles llegar un paquete que les diga algo. Esto de tocar, de hacer contacto con alguien, lo mismo puede resultar maravilloso como sumamente desagradable: lo es en la realidad física y lo es también en este escenario metafórico. A menudo, si aquel con quien uno contacta es desde algún punto de vista alguien insatisfactorio, el comunicador se encuentra de repente viviendo situaciones ridisuales, es decir, situaciones ridículas, risibles, reales y usuales por partes iguales. A continuación, dos de ellas, expresadas en términos alegóricos…
Se le llama amor porque subversión es más largo y difícil.
Saber qué es algo no significa necesariamente saber cuál es su naturaleza. Todo el mundo sabe lo que es el diálogo, pero muchísimos menos saben cuál es su naturaleza. Si trabajás en dinámicas dialécticas de comunicación, no alcanza con responder la pregunta del título diciendo: “bueno, es cuando dos personas se ponen a hablar…”, de la misma forma que a un médico no le alcanza para curar una gripe, conceptuarla como “bueno, es cuando una persona se pone a estornudar…” A continuación, una breves notas sobre la naturaleza del diálogo…
Ahora mismo todo el mundo está sorprendido y estupefacto (más algunos que otros, claro), por la flamante victoria de Donald Trump en las elecciones norteamericanas de ayer. Apenas unos meses atrás, lo mismo sucedió en el Reino Unido en relación al Brexit. Y un poco más atrás, aunque no demasiado, también se han dado un montón de situaciones de sorpresa ante los resultados de diversas elecciones y consultas populares (sorpresa por la opinión de los votantes en relación a procesos independentistas, frente al crecimiento de posturas extremas de variado signo, frente a la aparición de fenómenos sociales que resultaban más grandes, más graves, más veloces de lo que creíamos, etc.)
En estas últimas vacaciones me vi de repente dentro de un baño (y bañado) de mármol en Lisboa. No es que haya aparecido súbitamente el baño alrededor mío o yo dentro del baño; lo que pasó es que de pronto me vi rodeado de toda esa piedra y mi percepción sobre su morfología se compuso muy velozmente.
Dieta de contenidos basada en series. No podemos decir que la serie sea un formato nuevo de contenidos, pero sin dudas sí que es uno de los más populares y en constante desarrollo. La serie evoluciona perfeccionando sus rasgos de una forma similar a como evoluciona la industria de la alimentación: cada nuevo paso en la carrera debe hacer que el producto sea más fácil, más accesible, más delicioso y más adictivo. Cada sector a su manera (el de los contenidos y el de los alimentos), genera productos que perfeccionan cada vez más estos 4 ejes: basta con comparar cualquier versión actual con algún ancestro para detectar la presión evolutiva.
Imaginemos por un minuto -nos llevará más de un minuto lograr imaginarlo, créanme-, un mundo Bullshit Free. Un mundo donde no te digan que los shampoos tienen miel y avellanas, donde el candidato a gobernarte no finja que le interesa algo que tenga que ver con vos, donde Facebook no hable de proteger tu privacidad, donde por 24 horas no se pronuncien las palabras “agregar valor”, “liderazgo”, “big data” o “innovación”, donde no se diga “seguridad” cuando lo que se quiera en realidad decir sea “control”, o un mundo donde el concepto de éxito no tenga contacto alguno con la idea de ganar en un programa donde se cante, se baile, se coma o se duerma delante de millones de otros tipos que no tienen vida. Sí, es super jodido, pero si alguna vez se te ocurre hacer algo que no genere ni transporte bullshit, acá tenés la insignia:
Descargar insignia
Claro que ver selfies a diestra y siniestra -sobretodo cuando se sospecha que esa cara autoretratada pertenece a una persona estúpida, o a alguien que de hecho nos desagrada- no se parece en nada a ver fotografías con mensajes anidados, propuestas de tipos que están buscando algo para sí y para los demás, o cualquier otra cosa que juzguemos de valor inmediato, de valor volcado en la propia pieza. Pero es un poco lo mismo que nos puede suceder cuando vemos un solo píxel de una gran imagen, un fotograma de una película, una frase de una novela o un instante en la vida de cualquiera: ponernos a juzgar la parte por el todo, es equivocar la escala.
Mucho se ha dicho sobre la diferencia de aprendizaje que resulta de las diferentes formas en que nos llega un contenido (si sólo lo leemos, si nos lo cuentan, si lo vemos, etc). Es bastante conocido el esquema incremental que dice que sólo aprendemos el 10% de un contenido que leemos, el 20% de aquel que oímos, el 30% del que vemos -interpretando con esto la presencia de lenguaje gráfico de cualquier tipo-, el 50% de lo que vemos y oímos al mismo tiempo, el 70% de lo que discutimos con otros -donde argumentamos, debatimos, preguntamos, reaccionamos-, el 80% de aquello que llevamos a la práctica -escribiendo, interpretando, organizando, identificando- y el 95% de lo que enseñamos a otros -involucrando explicaciones, resúmenes, estructuraciones, ilustraciones-.
Todo lindo, todo bien (y de paso, el logo más grande). A menudo el marketing suele decantarse por estar a favor de algo en lugar de estar en contra de alguna cosa. Esto se cristaliza en un precepto básico que es el del mensaje positivo, y que por ejemplo vemos a diario cuando una marca dice qué es antes de decir qué cosa no es, o cuando presenta un producto mostrando sus ventajas o beneficios en lugar de señalar aquello que ayuda a evitar. El origen de esta manera de comunicar es tan lógico como obvio: conectar de la forma más directa posible al receptor del mensaje con aquello que lo mueva hacia algo, en lugar de conseguir el mismo objetivo, indirecta y dudosamente, moviéndolo en contra de lo opuesto.
En una cultura como la nuestra, “que ve” antes que cualquier otra cosa, y que al ver comprende y sabe, (recordemos la expresión “¿lo ves?”, “do you see?” sinónimas de “¿comprendés?”), dotar de un selfie a un concepto sin cuerpo es potentísimo. Cuando lo que describimos es algo que puede verse -en el sentido óptico esta vez-, la descripción es eminentemente superficial: se comprueba claramente la diferencia entre graphein y logos, entre lo meramente dibujado o escrito y aquello a lo que se le da tratamiento.
Es bastante posible que en el curso de su vida deba interactuar, tratar o lidiar con otras personas (asumiendo, ahora que lo pienso, que usted es una de ellas). Si se dedica al vasto -a veces basto- y maravilloso mundo de la comunicación, más que bastante posible, esta situación será sumamente probable.
Todo proyecto combina, de manera inevitable, dos tipos de elementos de base, es decir, aquellos elementos que componen los cimientos sobre los que se construye dicho proyecto. Estos dos tipos son: los elementos que se asumen por defecto y los que se asumen por diseño. Asumir algo por defecto implica no someter eso a una reflexión detallada. Se sobreentiende, se asume, se da por bueno el precepto sin considerarlo detenidamente. Asumir algo por diseño habla de una revisión puntillista de ese elemento: no se está aceptando “porque es obvio que es correcto” o porque “todo el mundo lo hace y se acostumbra”, sino porque luego de analizarlo se concluye que es apropiada su inclusión en el proyecto.
En torno del estudio de la consciencia se dice que hay dos problemas: el sencillo y el complejo. El problema sencillo consiste en plantear todos y cada uno de los procesos mentales: cómo guardamos los recuerdos, cómo los recuperamos, cómo establecemos conexiones entre diferentes ideas, cómo pensamos, cómo imaginamos y un enorme etcétera. Ni bien comenzar vemos que el problema sencillo tiene de todo, menos sencillez. Pero aún peor es lo que involucra el problema complejo; su resolución demanda responder esta pregunta: ¿qué hace que seamos conscientes de ser? O dicho de otra manera: ¿por qué nos sabemos alguien, nos consideramos una identidad singular, nos llamamos “yo”? Este es el problema complejo.
El control debe ser controlado, porque la idea del control fuera de control, viene a ser el mundo miserable en el que ya vivimos.
Se encuentran frente a frente dos amigos en algún sitio donde es posible mantener una charla cotidiana, relajada, casual. Por ejemplo no sobre una senda peatonal de la ciudad de Buenos Aires y con un par de colectiveros con deseos amplios y urgentes de continuar con su servicio. Sin que la pregunta estuviera motivada por algo evidente, sin que se viera venir o estuviera justificada en modo alguno, el menos aventajado de los dos amigos le dice al otro: – Pero, ¿cómo es Dios? Un poco víctima de la sorpresa y sintiendo equivocadamente la obligación de responder, el segundo le dice: – Bueno, es… grande. – Grande… ¿como una nube? Las nubes son muy grandes. Acentuando si cabe aún más la parálisis facial, vuelve a responder: – Sí, grande como una nube.
Siento ahora mismo 3 necesidades: 1. aclarar que esto no tiene nada que ver con aquellos magníficos primeros 7 días del Universo, ni con Dios ni con su polémica obra (a propósito: ¿por qué se escribe Dios con mayúscula?, ¿es su nombre propio además de su oficio?) 2. pedir disculpas por volver a decir -lo verán en apenas un par de líneas más- que la realidad es ilegible, y 3. seguir escribiendo sobre este tema; lo que pasa es que estoy metido en un proyecto que involucra la emulación de contextos, y estas movidas tienen mucho que ver. Dicho lo dicho, comienzo formalmente este pequeño artículo.
Si me sirve, es bueno. Ha sucedido con todas las -bien o mal- llamadas minorías: cuando se parecen a nosotros (o al menos se parecen a lo que nosotros queremos parecernos), nos sirven o son funcionales, o nos son fáciles de encajar y entender, entonces esos, los que pertenecen a esas minorías, son buenos. Esto sucedió con los “salvajes” americanos, africanos o australianos, sucede con los negros, con los árabes, con los chinos, con los latinos, con los homosexuales, con los modernos, con los viejos, con las mujeres, con los inmigrantes y también, con los discapacitados.
Imagen publicitaria es aquella que si la viéramos protagonizada por nuestros seres queridos y no por modelos, nos produciría una fuerte alarma (debido a la sospecha de daño neurológico en quienes amamos).
Su mente tendía más hacia el hombre de Vitruvio que hacia el homúnculo de Penfield. O lo que viene a ser lo mismo: la realidad le chupaba un huevo.
Simplificando animalescamente -y la verdad es que no sé si los animales simplifican-, hay dos formas de saber cosas: recibiendo ese conocimiento de alguien que ya lo tenga, o generándolo uno mismo. Al final terminamos sabiendo algo por alguno de estos caminos, pero veremos que ni de lejos son parecidos.
Hay algo que, casi con toda seguridad, podemos decir: todos somos diferentes. Y esto se sostiene simplemente, considerando la cantidad de resultados distintos que se obtienen de la variada disposición de los elementos que conforman una personalidad. No es que sean miles de millones de ingredientes los que intervienen en la receta, son muchísimos menos, hasta diríamos relativamente pocos. Lo que ocurre es que la fórmula final de una persona se obtiene de la permutación de esos pocos elementos, y es eso lo que multiplica asombrosamente las posibilidades de obtener personas distintas.
La belleza, ese monstruo, no es eterna.
G. Apollinaire

Nazi él, nazis ellos, nazis nosotros, nazi yo. Cuando vivía en Buenos Aires, era socio del Goethe Institut. Casi todas las semanas pasaba al menos por su biblioteca en Corrientes al 300, y me empapaba de una cultura lejana, al menos en una Argentina -por aquellos años- cada vez más norteamericanizada. Y fue gracias a este hábito que tomé contacto con lo que experimentó la sociedad alemana luego de la segunda guerra mundial. Me refiero específicamente a cómo se pensó el límite de la responsabilidad de todo lo que había sucedido, provocado por el Tercer Reich en Alemania y en el resto de Europa.
Con el objeto de desambiguar estos cuatro conceptos, que a menudo se confunden generando malas decisiones estratégicas, muy sintéticamente los definiremos, señalaremos sus características y por último nos centraremos en sus posibles vínculos. Las cuatro son condiciones que pueden poseer las identidades de cualquier tipo (personales, de marca, de grupo, de lugar, etc.), en cualquier ámbito (social no mediado, socialmediático). También cabe aclarar que estas cuatro condiciones, podrán ser más o menos transversales o múltiples, pero nunca serán universales.

Hace dos días soñé que hablaba con un viejo compañero de trabajo y un amigo de éste al que también conocía. Nuestra charla era distendida y trataba sobre una marca española de ropa (El Ganso, de intenciones “mod”), a la que los tres conocíamos.
Había una vez tres personas que vivían cerca de un pequeño bosque, y un poco más lejos de otro. El bosque pequeño y cercano, por sus condiciones de escasa luz y humedad, tenía árboles que producían frutos de mala calidad. El bosque más lejano y de acceso más dificultoso, ofrecía mejores frutos y de mayor variedad.
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